Todo comenzó un día en el que mis zapatos apretaban mis pequeños pies, ya cansada de caminar y caminar pude ver a lo lejos un banco, me senté, y saqué del bolso un cuaderno y mi característico bolígrafo rosa. Sin perder la inspiración y hasta el día de hoy, comencé a escribir lo que hoy es La Chica Del Banco.
Adoro escribir a altas horas de la noche, todo aquello que por el día no se puede expresar. Y no puedo negar que a veces el mejor compañero de viaje es un libro y antes del amanecer un buen café. Sin duda el mejor lugar para perderse es aquel banco del parque o aquella cafetería donde nace la historia que hoy se cuenta.
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